Perfiles

Raquel Correa, la voz temida por los poderosos

Quiso ser actriz, intentó ser sicóloga, pero terminó siendo una de las mejores entrevistadoras chilenas. Todos los domingos en las páginas de El Mercurio y en las pantallas de Canal 13 ponía en aprietos sus entrevistados.

Raquel Correa Prats nació el 8 de junio de 1934 en la ciudad de Santiago. Se formó en las tierras de su padre Alfredo Correa, en Sagrada Familia, muy cerca de Curicó. Fue parte de una numerosa familia de agricultores, compartiendo su infancia con sus 11 hermanos. Elizabeth Subercaseaux, su amiga de toda la vida, recuerda que hubo una época donde no creía nada. Incrédula ante todo. Quizás ahí nacieron las ganas para ejercer el periodismo.

Tuvo muy mala relación con su papá, porque de niña fue la hija rebelde de la familia. Cuando era pequeña hizo una huelga de hambre en protesta por las estrictas normas de vestimenta que le imponían a la hora de comer. Adoraba a su madre, Marta Prats. Se enamoró profundamente de su marido, Eduardo Amenábar, con quien estuvo casada durante 40 años. Y para qué decir de su único hijo, Juan, el cual amó hasta el último momento. Él fue la mitad de su vida, la otra mitad fue el periodismo.

Siempre tuvo una fuerte atracción hacia el periodismo, a pesar de que ya entrada en la adolescencia Raquel estaba completamente segura de que su pasión era el teatro. Debido a esto, a los 17 años ingresó a la academia de Hugo Miller, lugar donde aprendió las técnicas actorales durante dos semestres. En ese período, participó en la obra Esquina Peligrosa como reemplazo de la actriz principal. Este estreno marcó su única trayectoria profesional en la dramaturgia, pues la oposición de su familia logró que terminara abandonando ese sueño para ingresar a psicología en la Universidad de Chile.

Al descubrir que la psicología nunca fue lo que quería, asumió su innegable amor por el periodismo. Siguiendo su sueño, se integró a la Escuela de Periodismo de la misma universidad, lugar donde conoció a muchos personajes emblemáticos del oficio, entre ellos al periodista Abraham Santibáñez: “Yo la conocí el día que realicé el examen de ingreso […] como era un test fundamentalmente psicológico, ella jugó más bien el rol de ayudante que de una persona que estuviera rindiendo el examen de admisión”.

Cuando cursaba tercer año de periodismo, Lenka Franulic, quien fue su principal modelo a seguir a lo largo de toda su carrera, la convocó para participar en un programa dedicado a mujeres en la radio Minería, llamado Apuntes. Desde ese momento Raquel Correa destacó por su amor y respeto por objetividad y agudeza, logrando que cualquiera de sus entrevistados sucumbiera ante sus habilidades. Ese estilo lo mantuvo durante sus 40 años de trayectoria, señalando. “Tú puedes imitar un estilo fuerte, un estilo suave, cariñoso, amable, una forma de preguntar más humana. Es saber proponérselo, pero uno tiene que ser como es”, explicaba en una entrevista con The Clinic.

Correa tuvo sus inicios en la prensa escrita en revista Vea, ejerciendo el rol de reportera y escalando posiciones hasta llegar al puesto de directora. Trabajó en este medio durante 15 años. En paralelo a la revista ingresó a Canal 13 el año 1964, realizando una sección de entrevistas en Mientras otros duermen siesta. Tras varios años condujo uno de los programas más emblemáticos de la historia del periodismo chileno: De cara al país, además de protagonizar su propio programa: Entrevista con Raquel Correa.

“Yo soy la opinión pública”

Tras el golpe militar vinieron momentos de oscuridad para el periodismo, pues sólo podía publicar libremente la prensa a favor de la dictadura y las voces críticas eran frecuentemente censuradas. Sin embargo, Raquel realizaba entrevistas que frecuentemente estaban al filo de lo correcto para aquella época. Tanto así que mientras trabajaba en Canal 13, fue llamada a una de las oficinas de la junta militar, donde un grupo de marinos la esperaba para comunicarle que, tras hacer un análisis a sus entrevistas realizadas, llegaron a la conclusión de que estas no conducían a los objetivos planteados por el régimen. Correa, tras un pequeño silencio, respondió: “Qué bueno, porque la verdad es que yo no estoy por los objetivos de la junta militar.” Tras esa atrevida respuesta, agradeció la invitación y se retiró a paso firme del lugar, según relató en el libro Raquel Correa ‘off the record’, de Rodrigo Barría.

Durante gran parte de la dictadura trabajó El Mercurio, un medio oficialista donde su labor no se vio limitada por la represión y censura a la que gran parte de los periodistas estaban viviendo. “Pude trabajar con mucha libertad y fui muy respetada durante muchos años”, reconoció años después.

Fue en ese periodo cuando Correa se lució en su rol de entrevistadora. La más recordada de todas fue hacia el final de la dictadura en el programa De cara al país de Canal 13, en la cual se ve a un Ricardo Lagos muy enojado alzando el dedo a Pinochet y a una Raquel Correa muy nerviosa: “No me gustó que se arrancara con los tarros, porque mi formación me obliga a conducir la entrevista”, señaló después. Así recordaría el episodio en The Clinic, pocos meses antes de morir: “Lo encontré genial cuando (Lagos) me dijo Me va a excusar Raquel, pero hablo por 15 años de silencio. Ahí no lo interrumpí más”.

“Yo soy la opinión pública”. Con esta frase respondía la periodista cuando tenía que entrevistar a una persona que fuera controversial en la sociedad, como fue el caso de Manuel Contreras y Augusto Pinochet, ambos conocidos por los crímenes cometidos durante la dictadura. Este último fue el que más llamó la atención tanto de Correa como de su colega Elizabeth Subercaseaux, coautora en el libro Ego Sum Pinochet. “Fue muy difícil entrevistarlo porque era como estar frente a una roca”, recuerda Subercaseaux.

De los nervios a la yugular

Antes de iniciar una entrevista, Correa recopilaba todos los detalles de la vida del entrevistado. Se documentaba con anticipación para poder realizar un trabajo completo. No obstante, momentos antes de realizar la conversación pasaba por una crisis de nervios y su personalidad tímida y cálida se hacía más presente que nunca. Pero al momento de cruzar la puerta que la conducía a su entrevistado, se transformaba en la Raquel Correa periodista: punzante, dura y con preguntas que iban directo a la yugular. Así lo enseñaba también a sus estudiantes: “hay que preguntar, aunque sea una pregunta difícil tienes que hacerla. Tírale toda esa responsabilidad al entrevistado y él verá cómo te responde”

Además de sus dotes como entrevistadora, sus textos destacaban por su capacidad de observación, con descripciones de los personajes siempre notables, una gran capacidad para recrear ambientes y reproducir diálogos simbólicos.

Su legado

Raquel Correa marcó a varias generaciones de periodistas y al público en general, quienes por sobre todo destacan su forma de entrevistar, que a pesar de ser dura y confrontacional, nunca favoreció o perjudicó de manera intencional a los entrevistados, sino que buscaba la verdad por sobre todas las cosas.

Así lo confirman las periodistas Macarena Gallo y Elizabeth Subercaseaux. “La forma de entrevistar, de apretar a los entrevistados en el momento justo, yo creo que nadie lo ha hecho. Raquel sabía cuándo debía intervenir, y de ahí los dejaba hablar, hay que tener talento para poder hacer eso”, dice Gallo. Coincide Subercaseaux, quien agrega: “La obra más importante de Raquel fue dejar una impronta inolvidable de lo que significa ser una periodista cabal, que respetó durante toda su carrera profesional no solamente la ética, que debe acompañar siempre la labor periodística, sino la libertad de expresión, por la cual, ella, hubiera dado hasta la vida”.

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