Perfiles

Abraham Santibáñez: profesional de la ética periodística

Su labor como docente universitario y sus aportes a la ética en el trabajo periodísticos fueron los aspectos más destacados por el jurado que en 2015 le entregó el Premio Nacional de Periodismo.

Hombre de letras desde muy temprana edad, Abraham Santibáñez hizo su primer diario mural a los ocho años y a los seis ya usaba la máquina de escribir que tenía su mamá, según recordó él mismo en una entrevista realizada el año 1998.

En 2015 el Premio Nacional de Periodismo reconoció sus 50 años de trayectoria, de la cual el jurado destacó sus “importantes aportes a la docencia universitaria y a la calidad del periodismo en Chile y su inclaudicable defensa de la libertad de expresión, de la responsabilidad profesional y de la ética periodística”.

Entre los principales hitos de su carrera están el haber sido ser parte de la comisión de verificación del caso Hornos de Lonquén, cuando trabajaba en la revista Hoy, y haber asumido la dirección del diario La Nación cuando regresó la democracia en 1989. También fue uno de los fundadores de la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales, donde por muchos años enseñó Ética Periodística. En lo gremial, fue presidente del Colegio de Periodistas entre los años 2008 y 2010.

Nació el 11 de junio del año 1938. Fue el primer hijo del matrimonio entre Abraham Santibáñez Villarroel y Berta Martínez Lauriani. Su padre era trabajador de fundición y su madre químico-farmacéutica.

Durante su infancia vivieron en muchos lugares debido a la enfermedad pulmonar que padecía su padre, pero finalmente se radicaron en la comuna de La Cisterna, instalando su madre la primera farmacia del lugar. Su padre murió siendo muy joven, tenía cerca de cuarenta años, y fue su madre quien se hizo cargo de los tres hijos.

Estudió en dos colegios, primero en Los Salesianos y luego en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera. Al momento de decidir sus estudios superiores, optó por continuar el negocio familiar farmacéutico, según él mismo ha contado entrevistas, por la presión social.

Estuvo un año en la carrera de Química y farmacia, para luego pasar con convicción y una clara vocación a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Afirma que pesaron en él todos los diarios, pasquines y murales que organizó en su infancia y en su único año de carrera farmacéutica.

Al entrar a estudiar su carrera definitiva, su familia seguía pensando que era una locura, La Escuela de Periodismo se había abierto hacía solo tres años y era muy arriesgado. Su madre esperaba que recuperara la razón y volviera a su antigua carrera.

El año 1960 entró a trabajar al semanario La Voz del Arzobispado de Santiago, hecho que lo lleva a ser testigo del Concilio Vaticano II en Roma. Más de cinco años después, ya titulado y casado con Ana María Allendes, recibió un llamado de una ex compañera de Periodismo, Raquel Correa, quien lo invitó a ser parte del equipo de revista Vea. Posteriormente trabajó en la reformulación de la revista Ercilla, que intentaba utilizar los conceptos y la fórmula de Time. Fue editor internacional y luego subdirector, durante los años 1968 a 1976.

En 1977, junto a parte del equipo de Ercilla creó la revista Hoy, de oposición al régimen militar. Fue la única revista no oficialista a la que se le permitió circular en ese entonces y de la cual fue subdirector y luego director hasta 1989.

Ahí le tocó vivir una de las experiencias que más ha marcado su carrera periodística. Era 30 de noviembre de 1978 cuando recibió un llamado telefónico de la Vicaria de la Solidaridad dándole información confidencial acerca del hallazgo de 15 cuerpos en unos hornos en Lonquén. Miembros de la vicaría le pedían que subiera a un auto y de inmediato se dirigiera a las oficinas a un costado de la Catedral de Santiago donde se ubicaba la institución. Los cadáveres pertenecían a detenidos desaparecidos, una figura que hasta entonces el régimen negaba. Su misión era conformar una discreta comisión con credibilidad que pudiera dar testimonio frente a cualquier tribunal. “Me marcó mucho haber estado desde el primer momento”, asegura.

“Trozos de cráneos amarillentos, con huellas de cuero cabelludo; pelos sueltos, negros; ropas desgarradas en las que se reconoce un blue jeans, un chaleco de hombre” (Abraham Santibáñez, 30 de noviembre, 1978, Memoria Prohibida.) Estas palabras son parte del testimonio de Santibáñez, quien sin querer se encontró presenciando la caída del mito de presuntos detenidos desaparecidos.

*Este texto fue publicado originalmente en octubre de 2015 y re-editado en julio de 2020.