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Saber lograr el Triunfo

Durante casi dos décadas, Triunfo, la revista de La Nación nacida en dictadura, con un notable nivel, lideró en el periodismo deportivo nacional. Julio Salviat, su exeditor, recuerda la vida de esta publicación.

 

En 1983 al periodista argentino Héctor Vega Onesime le ofrecieron venirse a Chile para crear un medio deportivo que combinara la espectacularidad de El Gráfico (Argentina), la principal revista de deportes de Sudamérica durante el siglo XX, con la seriedad de Estadio, una revista chilena que había dejado de existir un año antes. Así lo recuerda Julio Salviat, quien sería subeditor de la nueva publicación.

La idea era que la nueva revista se entregara de forma gratuita junto al diario oficialista La Nación. Eso, de seguro ayudaría a que mejoraran las ventas de un medio que casi nadie compraba por ser el órgano oficial del gobierno de Augusto Pinochet. Era un riesgo sacar un producto periodístico en dictadura, por lo que la calidad periodística era mandatoria.

Izquierda Julio Salviat y a la derecha, Héctor Vega Onesime.

Los 12 profesionales que comenzaron eran empleados de La Nación. Sin embargo, La Nación y Triunfo siempre fueron dos realidades aparte.

En 1983, la primera dificultad surgió cuando hubo que definir el día de la semana en que se repartiría la nueva revista. “Durante los tres primeros años –comenta Salviat– solo pudimos existir como suplemento, pues una revista que estuviera los lunes en los kioscos nos exigía hacer el cierre a la seis de la tarde del domingo, a fin de contar con las cinco horas que necesitábamos para corchetear todos los ejemplares, lo que no era posible en un medio dedicado al fútbol del fin de semana”. Así, con la adquisición de una máquina corcheteadora que podía hacer dicha tarea en corto tiempo y el comienzo del Mundial México 86, nació en Chile la revista Triunfo.

“Para elegirle el nombre –rememora Salviat—, hicimos una encuesta entre distintos colegas, preguntándoles cómo le llamarían”. Y el nombre que eligieron fue acertado. En poco tiempo, las ventas de La Nación, los días lunes, crecieron hasta alcanzar cerca de los 20 mil ejemplares. Era la segunda mitad de los años 80. Estas ventas se duplicaron en la década de los 90 con esa época dorada que vivió el fútbol chileno. Ella incluyó la Copa Libertadores que ganó Colo Colo en 1991, las millonarias contrataciones de figuras extranjeras para el campeonato local, y el Mundial Francia 1998 con Iván Zamorano y Marcelo Salas liderando la selección nacional.

Tal llegó a ser la importancia que tenía la revista y tan poca la del diario que la regalaba, que usualmente la primera se iba en las manos del lector futbolero, mientras que el segundo solía terminar en el basurero.

Durante  el regimen militar, las ventas sostenían la revista. “Bastaba con eso —recuerda Salviat—, teníamos poco avisadores, tal como las otras revistas de deportes. Al final era mejor para nosotros, pues eso no nos obligaba a interrumpir notas o entrevista con páginas dedicadas a avisos”.

Triunfo fue un buen nombre pues, por su naturaleza y definición, siempre ganaba. No tenía rival: las otras revistas deportivas aparecían los martes o, incluso, los miércoles. Los lunes Triunfo solo competía con suplementos de otros diarios.

Harold Mayne-Nicholls, Igor Ochoa y Aldo Schiapacasse.

Entre las muchas ventajas de la revista, Julio Salviat agrega otro elemento que fue clave: “Nos preocupábamos de tener a los mejores periodistas, lo que al final era más relevante que atender la calidad del papel, de la tinta o de la impresión”. Destacaba el hecho de que gente como Igor Ochoa, Aldo Schiapacasse, Harold Mayne-Nicholls, Felipe Bianchi o el joven Juan Cristóbal Guarello fuesen algunos de los muy buenos periodistas especializados que pasaron por su redacción.

A Julio Salviat se le hace difícil recordar grandes dificultades de este proyecto en su vida: “Lo único que se me viene a la mente, casi como una anécdota, fue cuando un funcionario de la dictadura se molestó porque una de las páginas incluía la foto de una seleccionada brasileña de voleibol con un bikini muy ajustado que le hacía mostrar buena parte de su cuerpo”. Dejaban trabajar tranquilos a quienes eran responsables de la revista que generaba las mayores ventas del diario los lunes, solo comparables —en cierto momento— con las del domingo, día en que La Nación regalaba grandes clásicos de la literatura. O los días en que publicaba los resultados de la Prueba de Aptitud Académica (PAA), del SIMCE, o los subsidios habitacionales.

Felipe Bianchi y Juan Cristóbal Guarello.

Triunfo fue el medio que comenzó con la tradición de premiar a los mejores deportistas de cada año, y con cenas al estilo de El Gráfico. En esto sería imitado en los años 90 por otras publicaciones deportivas que le compitieron, ya en democracia. “Toda la cobertura debía ser novedosa. Cada entrenamiento era un desafío, teníamos que ir a buscar siempre algo interesante o fuera de lo normal, marcar la diferencia, mover el ambiente”. “A veces —agrega Salviat—, íbamos a los partidos a hacer el seguimiento de un solo jugador, o a registrar cuántas veces se había equivocado el árbitro”.

Triunfo fue un proyecto editorial original y exitoso. Durante 16 años fue una revista deportiva gratuita y de calidad. Nació al alero de un diario sin independencia y controlado por la dictadura, pero siempre tuvo vida propia.

En 2002, Triunfo dejó de ser regalada junto al diario La Nación. La vendían a un precio módico, 300 pesos de la época. Y, en 2009, pasó del formato impreso al digital, como muchos medios de prensa chilenos.

*Este texto fue realizado para el curso Breve Historia de la Edición impartido por la profesora Andrea Palet.