Alfredo Sepúlveda, historiador y académico, revela las motivaciones que tuvo para escribir un libro que analiza profundamente la historia del periodismo chileno y describe hitos, personajes y transformaciones que marcaron el desarrollo de esta profesión en el país.
—¿Cómo nació la idea de escribir el libro Historia del Periodismo en Chile?
¬–Yo realizaba la asignatura hace varios años aquí y en otras universidades. Eso me llevó a tener una cantidad apreciable de información, que estaba en apuntes sueltos. No fue nada muy épico; estaba buscando un nuevo proyecto de difusión de historia y, en 2020, decidí ordenar este material y estructurarlo en capítulos.
La pandemia de 2020 fue un catalizador inesperado para ordenar ese conocimiento acumulado. Aprovechó el tiempo para estructurar sus apuntes y establecer capítulos que seguían el mismo esquema que utilizaba en sus clases. Lo que comenzó como un ejercicio académico, pronto se transformó en un proyecto ambicioso. “Al adentrarme en esto, me di cuenta de que el libro daba para mucho más”, confiesa.
El autor reconoce que el desafío principal fue dar coherencia narrativa a un tema tan amplio y lleno de matices. Escribir sobre el periodismo, una disciplina que él mismo define como “fundamental para entender la historia de Chile”, implicó un esfuerzo constante por equilibrar la profundidad histórica con la accesibilidad para el lector promedio. Sepúlveda tuvo que decidir qué temas incluir y cuáles dejar fuera, siempre consciente de las limitaciones de espacio y del interés del público.
Además, la obra se distingue por su enfoque crítico. Más que exponer datos, busca provocar preguntas: ¿Cómo influyó la prensa en la construcción de la identidad nacional? ¿De qué manera se enfrentaron los periodistas a la censura y la persecución política? ¿Qué significa ejercer esta profesión en el Chile actual? Estas reflexiones enriquecen un relato que, más allá de la cronología, es una invitación a cuestionar la relación entre los medios y la sociedad.
Por último, Sepúlveda destaca que escribir sobre periodismo también fue un ejercicio de autocrítica, pues considera que esta disciplina sigue siendo esencial para salvaguardar la democracia. Su libro, lejos de ser un homenaje nostálgico, es una herramienta para entender los errores y aciertos del pasado, con la intención de inspirar cambios en el presente.
Más que hitos, etapas.
Sepúlveda afirma que el periodismo chileno destaca más que por sus hitos, por “etapas”, porque considera que los cambios en esta profesión son el resultado de procesos históricos de largo aliento.
“Desde la llegada de la imprenta, la prensa chilena fue utilizada por la clase política como herramienta de propaganda. En los primeros años de la independencia, era una prensa propagandística, lo que no significa que no fuera periodismo”, explica. Durante este periodo, los periódicos cumplían un rol central en la difusión de ideas políticas, sirviendo a las élites que buscaban legitimar sus proyectos.
La segunda mitad del siglo XIX marcó un punto de inflexión con la llegada de los grandes periódicos nacionales como El Mercurio de Valparaíso y El Ferrocarril. Estos medios comenzaron a trascender las divisiones políticas y se establecieron como referentes informativos para una sociedad que se modernizaba rápidamente. “Fue en esta etapa cuando apareció el concepto de objetividad en el periodismo, aunque de forma incipiente”, afirma.
—¿Cuándo surgen los periodistas como los conocemos hoy?
–Durante la segunda mitad del siglo XIX. Con la modernización y masificación de la imprenta aparecieron los primeros periodistas, a quienes se les llamó reporters. Por primera vez, los periodistas salían de las oficinas de los medios a buscar información, preguntar y reportear. Esto transformó la manera de hacer periodismo, dándole un carácter más investigativo.
El siglo XX trajo consigo una mayor diversidad de medios, impulsada por los partidos políticos. Cada sector democrático contaba con su propio periódico o emisora de radio, lo que contribuyó a una pluralidad inédita.
“Uno puede identificar una prensa de partidos políticos, en la cual los partidos son los dueños de los periódicos y de las radios”, relata el autor. “Es una etapa de mucha profusión de medios de comunicación, de gran pluralidad, en la cual todos los sectores políticos que participan de la democracia chilena están representados por un medio de comunicación. Pese a esto, van a haber serias limitaciones de la libertad de expresión, esto dado a que los periodistas empiezan a ser amenazas para la seguridad del estado o que abusan de la publicidad en términos morales. No hay periodista famoso en el XX, hasta más o menos el 1960, que no se haya ido a la cárcel durante algún tiempo”.
Al hablar de innovación en el periodismo nacional, Sepúlveda destaca a figuras como José Manuel Infante, Lenka Franulic, Juan Rafael Allende y Luís Hernández Parker. Este último, galardonado con el primer Premio Nacional de Periodismo en 1954, simboliza el esfuerzo y la excelencia de los reporteros en el país.
En cuanto a los medios, menciona a El Valdiviano Federal como un ejemplo de originalidad y compromiso en su época.
Este período culmina con la polarización de los años 70, que tiene un quiebre dramático con la dictadura militar, a partir de 1973. “La prensa de izquierda desaparece, es aniquilada y se reconstituye en los años 80 con la prensa opositora”, relata el autor.
Sepúlveda aborda también la conducta del principal diario de Chile en esa etapa, El Mercurio.
-He estado reflexionando mucho sobre por qué “El Mercurio” no hizo más durante la dictadura. Primero que nada, yo creo que no quería, fue más una cuestión de voluntad. Y segundo es que, si hubieran decidido hacer algo, lo hubieran cerrado, así de simple. Es una mezcla de voluntad e imposibilidad en la prensa existente durante los años 70 de la dictadura. Luego más cerca del final del gobierno militar, se relajan un poco más a la hora de censurar-, afirma
Democracia y modernidad, nuevos desafíos
En la transición a la democracia, los medios jugaron un rol crucial en la construcción de consensos. Sin embargo, el autor subraya que también hubo problemas de autocensura. “En los años 90, los periodistas evitaban investigar demasiado sobre temas sensibles, como los crímenes de la dictadura, por miedo a desestabilizar el frágil sistema democrático”, comenta.
Esta relación continúa siendo tensa en la actualidad, especialmente con el surgimiento de líderes políticos que cuestionan abiertamente la labor de los medios. Para Sepúlveda, el reto está en mantener la independencia y la ética profesional en un contexto donde las presiones externas e internas son cada vez mayores.
Con el auge de las redes sociales, el periodismo ha experimentado una transformación radical. Alfredo Sepúlveda observa que estas plataformas han democratizado la información, permitiendo que cualquiera pueda publicar contenido. Sin embargo, esto plantea interrogantes fundamentales sobre la calidad y la veracidad de lo que consumimos.
“Las redes sociales han dado la posibilidad a los periodistas para que trabajen solos, sin el paraguas del medio de comunicación. Pero esto también implica desafíos”. Para Sepúlveda, la formación profesional sigue siendo crucial, especialmente en un entorno donde la inmediatez parece ser más importante que la precisión.
—¿Cuáles son los principales retos del periodismo actual?
–Yo me pregunto en qué se va a traducir esto: ¿Qué código ético tendrán los periodistas? ¿Dónde aprenderán el periodismo práctico? ¿Se verificará la información? Los valores del periodismo tradicional deben adaptarse al contexto moderno.
En este nuevo escenario, los valores del periodismo tradicional, como la investigación rigurosa y la objetividad, deben adaptarse a las dinámicas digitales. Sin embargo, el autor advierte que este proceso no será fácil y que está en juego la credibilidad de la profesión.