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Con sólo cuatro cámaras se transmitió el mayor evento deportivo de Chile

Las condiciones de transmisión televisiva del Mundial del 62 fueron precarias. El evento deportivo más importante que haya tenido lugar en territorio nacional salía al aire con sólo cuatro cámaras y ocupaba las pantallas de no más de veinte mil aparatos en blanco y negro presentes en los hogares chilenos. Fue el inicio de la masificación de la televisión en Chile.

 

 

 

 

Eladio Rojas recibe el balón en mitad de cancha, avanza unos 20 metros y con un disparo de media distancia que alcanza a tocar en un defensor yugoslavo, bate al portero Milutin Soskic. Era el 16 de junio de 1962 y ante cerca de unos 66 mil espectadores, con ese gol en el epílogo del segundo tiempo, Chile alcanzó su mejor registro en un mundial de fútbol. Ese gol que dejó un tercer lugar histórico, venciendo a Yugoslavia, no podía ser visto en todos los hogares chilenos. No podía ser visto en vivo en el Copiapó de Eladio Rojas y Misael Escuti, Puerto Natales de Honorindo Landa o Valparaíso de Raúl Sánchez. Ese gol sólo pudo ser visto a través de unos veinte mil televisores en Santiago, pero selló un proceso que involucró un tremendo desafío para la industria de la pantalla chica local.

Tras recaer en dos países europeos de forma seguida –Suiza 54´y Suecia 58´–el Campeonato Mundial de Fútbol de 1962 debía ser organizado por un sudamericano. Argentina y Chile se disputaban la localía, siendo los trasandinos los que corrían con ventaja, tanto técnica como deportiva. En el congreso FIFA que definió la sede de la cita mundialista, el representante argentino cerró su intervención con un “podemos hacer el mundial mañana mismo, lo tenemos todo”. Al otro día, Carlos Dittborn, el enviado chileno, marcó el contrapunto con la frase “porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”. Con 32 votos a favor el evento más importante de los futboleros comenzaba a teñirse de rojo.

El terremoto de Valdivia en el año 60 significó una dificultad adicional a las condiciones chilenas. Una tasa de analfabetismo de un 17%, alta mortalidad infantil, transporte precario y servicios púbicos débiles, sumado a un mínimo de cuatro sedes que quedaron disponibles tras el movimiento telúrico –Santiago, Arica, Viña y Rancagua– no hacían fácil la tarea. Pese a eso, el presidente Jorge Alessandri vio en el mundial una oportunidad única de apoyar al golpeado pueblo de Chile. “El Mundial, señores, se hace en Chile. Sí o sí”, declaró la primera autoridad.

La creciente demanda por deporte significó un gran desafío para la industria de la comunicación, y principalmente para la televisión. Solo dos canales –Canal 9 y Canal 13 con dos cámaras cada uno –una al costado de la tribuna y otra en la prolongación de la línea central de la cancha, se las arreglaban para llevar a los hogares chilenos la cobertura más completa posible de la cita planetaria. Pese a que la TV ya había irrumpido en la sociedad, aún no era masiva, convirtiendo a los hogares que la tenían en verdaderos centros de reunión familiar y vecinal.


Los monitores entraron en la lógica de la sociedad de consumo, alcanzando en 1962 una presencia de alrededor de veinte mil ejemplares, cuatro veces más que en 1959. Si no se contaba con un televisor cerca, las vitrinas comerciales en la calle eran una opción típica para no perderse la participación de la Selección Chilena, tanto para transeúntes, curiosos, o sujetos que efectivamente no contaban con un televisor de algún cercano.

Las cámaras de la época pesaban cerca de 90 kilos, y transmitían en blanco y negro. Venían de Estados Unidos y solo el precio del lente era más alto del que hoy puede llegar a costar una cámara profesional. Inmensos rollos de películas eran enviados luego del pitazo final desde el aeropuerto de Cerrillos rumbo a Alemania para ser revelados. Los goles de “La Roja” recién fueron vistos cuando llegó de vuelta el revelado o si es que algún canal chileno compraba las grabaciones extranjeras. La ausencia de satélites impedía desenvolver la transmisión en las mejores condiciones, obligando a transmitir solo los partidos disputados en el Estadio Nacional de Santiago.

En cuanto a los periodistas, varios vieron su génesis en esta oportunidad deportiva, como Hugo Tassara –comentarista–, Alfredo Olivares –relator–, y Patricio Bañados, todos trabajadores de Canal 9, perteneciente a la Universidad de Chile. El estilo de transmisión incluía la narración del encuentro desde la caseta del estadio, entrevistas al entretiempo y un cierre con comentario de lo ocurrido en los 90 minutos de acción.

Canal 13, la competencia, contaba con Hernán Duval como narrador y Hernán Solís como comentarista. El único que apareció en pantalla fue Solís, que alternaba entre su rol de relator en la radio Nuevo Mundo y las cámaras Canal 13.

La experiencia televisiva del resto del mundo que llegó al país cubriendo la cita futbolera fue fundamental para el desarrollo del periodismo chileno, que en su incipiente profesionalización adquirió técnicas y tecnologías hasta ese momento no conocidas en territorio nacional.

*Este artículo se publicó en diciembre de 2014 y se modificó en noviembre de 2020