Entrevistas

Rafael Otano: “Se tiene que hacer un periodismo a la altura de la nueva era”

Exdirector de la revista Apsi, autor de Crónica de la transición, académico y formador de distintas generaciones de periodistas, Rafael Otano fue uno de los periodistas más agudos durante la dictadura y el retorno a la democracia. Aquí reflexiona sobre el periodismo chileno y repasa su trayectoria profesional.

Desde el balcón de su departamento observó, durante casi dos años, barricadas, bombas molotov, gases lacrimógenos, marchas, fuerzas especiales, turbas de encapuchados, la destrucción del barrio Baquedano, y, en tres oportunidades, cómo quemaban la iglesia de Carabineros que colinda con su edificio.

En octubre de 2021 escribió una columna para el diario El País llamada “El estallido de Santiago de Chile desde mi balcón”, donde desplegó su mirada de cronista. Hizo lo que casi ningún reportero durante la revuelta: preguntarles a los jóvenes encapuchados por qué destruían. “Yo me acerqué, y les pregunté: por qué hacéis esto. ¿Cuál es la razón?”.

Vive en el piso 11 de un edificio que está en Plaza Italia. Delgado, tiene una calva de monje medieval coronada por una melena canosa.

Lector ávido, en su hogar destaca una biblioteca de cinco mil ejemplares.

Es un tipo inquieto intelectualmente, está actualizado, lee prensa chilena e internacional como menú diario, pero también es un gato viejo de 82 años que ha visto demasiadas veces el teatro de la comedia humana.

Vino al mundo en Pamplona, en los albores de la Segunda Guerra Mundial, sufrió la dictadura de Franco, se fue de la casa a los 12 años, pasó su adolescencia en monasterios, se ordenó cura, desembarcó en Chile cuando gobernaba Frei Montalva (1968), estudió periodismo en la UC, vivió el golpe militar, fue editor en medios de oposición, volvió a España, retornó a Santiago en 1989, escribió un libro clave sobre la transición, trabajó en el primer diario digital chileno (El Mostrador), fue profesor de varias generaciones de periodistas, y vivió el estallido social desde su ventana.

Crítico de la transición, cree que el neoliberalismo impuesto por los militares y luego administrado por la Concertación es un modelo que produjo en gran medida la crisis social de 2019.

-¿Cree que ser extranjero le ayudó a ser un mejor observador de la realidad chilena?

-Como yo recién estaba conociendo Santiago, tenía más curiosidad que mis compañeros y más capacidad de análisis, porque era mayor. Y tenía una formación distinta, porque dominaba los clásicos.

-¿Cuándo hizo periodismo por primera vez?

-Joan Manuel Serrat vino a Chile cuando tenía 24 años. Yo lo había visto actuar en Barcelona y escribí un artículo de ocho páginas sobre él y la revista Mensaje lo publicó. Al poco tiempo, él llegó y quiso saber quién era este personaje que había escrito sobre él. Lo conocí y me preguntó de dónde había sacado la información para el artículo. Yo le dije que se me había ocurrido escribir sobre su poesía.

Durante siete años, hasta que volvió a vivir a España, fue el periodista que más publicaciones hizo en la revista jesuita Mensaje. Todos los meses salían artículos con su firma y fue la forma en que se hizo un nombre en la prensa chilena. Escribió sobre teatro, cine y literatura.

Tiempos de Apsi

El golpe de Estado lo pilló en Chile. De estar escribiendo sobre la dictadura de Franco, pasó a vivir en otra. Otano, a los 33 años, entendió que aquel 11 de septiembre no era la culminación de una historia, sino “la hora cero de una larga pesadumbre”.

-¿Cuándo apareció Apsi en su vida?

-En 1976. Un día estaba caminando por la Plaza de Armas y me encuentro con Arturo Navarro, viejo compañero de periodismo, y me invitó a ser editor de una revista llamada Apsi. Lo único que yo sabía es que era una publicación contra el sistema político.

-¿Cuáles eran las condiciones en que trabajaban en Apsi?

-Era una revista quincenal. Había que tener valor en ese momento para hacer una revista de oposición al régimen militar y nos tenían en la mira. Fue una época en que florecieron periodistas jóvenes muy talentosos que no estaban afiliados a partidos políticos. Esos equipos eran extraordinarios. En Apsi estaban los mejores. Fue el grupo más inteligente para poner en pauta nuevos temas.

-Pero dejó Apsi y volvió a España. ¿Por qué?

-Me acababa de casar con una mujer chilena y no teníamos cómo sobrevivir económicamente. Estuve en Madrid casi 12 años, entre 1977 y 1989, y nunca escribí. Trabajé como director de un Centro Cultural en Getafe hasta que me llamaron nuevamente de Apsi en 1989.

-¿Por qué volvió?

-En Apsi tenían un conflicto y el subdirector de ese entonces, Sergio Marras, me pidió que me hiciera cargo de la edición de la revista. Fue una buena decisión, porque me encontré con un equipo de periodistas muy valiosos: Andrés Braithwaite, Nibaldo Mosciatti, Pablo Azócar, Mili Rodríguez, Rafael Gumucio, Milena Vodanovic, Pancho Mouat y Roberto Merino.

-Le tocó asumir una tarea ingrata, carente de épica, ser el director del Apsi de la transición.

-Es duro decirlo, pero era un momento de decadencia. Desde que llegué a Apsi, fue para abajo. En todas las transiciones ha sucedido lo mismo: los medios escritos que dispararon contra la dictadura, desgraciadamente desaparecen. Aquí pasó con el diario La Época y las revistas Apsi y Hoy. Todos estos medios estaban destinados a terminar, una especie de sacrifico ritual.

-¿Por qué cree que esos medios, entre los que también estaba Análisis y Cauce, fueron “sacrificados”?  

-Ellos se adelantaron a su tiempo y el tiempo los abandonó. Se necesitaba una voz renovada. ¿Qué pasó en España? El año 76, cuatro meses después de la muerte de Franco, nació El País. Ellos llegaron en el momento exacto, con el argumento exacto, cosa que no hizo, por ejemplo, el diario La Época en Chile que nació el 87, con la llegada del Papa Juan Pablo II a Chile (antes del término de la dictadura).

Apsi murió en 1995. Otano salió último y apagó la luz.

A mediados de los 90 comenzó a ejercer la docencia en la Universidad Andrés Bello. También hizo clases en la Universidad de Chile. Dice que en ambas universidades tuvo la suerte de tener alumnos sobresalientes como Juan Andrés Guzmán o Rocío Montes.

Menú periodístico

Con el cambio de siglo, Otano comenzó a trabajar como colaborador en el primer diario digital de Chile, El Mostrador. Su fundador, Marcelo Mendoza, le encargó una columna -política o cultural- cada dos semanas. Ahí escribió hasta 2006.

-Es curioso que una persona que nació en 1939 haya sido colaborador del primer diario digital de Chile.

-Yo soy ignorante en el tema digital, pero considero que se tiene que hacer un periodismo a la altura de la nueva era. Lo que está pasando ahora es demasiado complejo, ocurren demasiadas realidades al mismo tiempo. He vivido cantidad de crisis, pero una como la de ahora, no he visto.

-¿Qué medios chilenos consume para informarse?

-Leo El Mostrador, de vez en cuando El Desconcierto, el noticiario de la radio BioBío, y La Tercera y Emol. Ese es el menú diario.

– ¿Cuál es su visión de la actual prensa chilena?

– En 1991 fui de los primeros que habló de la palabra duopolio, en referencia a El Mercurio y a Copesa (La Tercera). Este ha sido un concepto fundamental para analizar a los medios chilenos. Lo que veo ahora es un sistema de medios en donde da lo mismo que se sea de derecha o de izquierda. Si algo positivo trajo el estallido fue que multiplicó los actores sociales, los actores políticos se han ampliado. Están también las mujeres, los inmigrantes, las minorías sexuales, etcétera. Ahora todos los medios tienen que dar cuenta de muchos más actores que antes.

– ¿A quién lee en el periodismo chileno?

-A Ascanio Cavallo, escucho a Tomás Mosciatti, pero debo reconocer que a Carlos Peña no lo leo. A Eugenio Tironi, de vez en cuando. En La Tercera, Daniel Matamala me parece una persona culta, respetable, de esos periodistas interesantes.

La transición de Otano

Rafael Otano es conocido en el periodismo chileno, entre otros hitos, por ser autor de un libro clásico, Crónica de la transición, que recogió los nombres y decisiones políticas que marcaron el fin de la dictadura militar y el retorno a la democracia en Chile. “Lo comencé el año 92 y lo terminé el 95”.

-¿Cómo comenzó la escritura de ese libro?

-En febrero del 91 faltaban periodistas, yo no tenía dinero, y escribí algunos artículos. El primero que hice fue sobre La Moneda por dentro. Quería saber qué ocurría. Por ejemplo, cuánta gente comía ahí o cuántas docenas de bolsas de basura se eliminaban cada día. Pero hice un artículo político. Y luego tuve que hacer otro. Tras leerlas, me llamó el editor Carlos Orellana, de Planeta, y me preguntó: “¿Podrías escribir una pequeña historia de la transición?”.

-¿Cómo trabajó?

-A diferencia de lo que hace Ascanio Cavallo, yo no anoto. Y doy las fuentes, pero muy parcamente. Tuve un esquema de capítulos. El capítulo es el elemento autónomo y, al mismo tiempo, está abierto a los demás capítulos.

-¿Cómo escribió cada capítulo?

-Hice más de 80 entrevistas como de dos horas y media a personajes importantes como Ricardo Lagos y Alejandro Foxley. Y esas entrevistas resultaron ser dos mil páginas. Entonces las leía y anotaba: esto es del capítulo tres, esto es del capítulo 14.

Otano cuenta que el proceso de edición fue similar a armar un rompecabezas. Pero ese rompecabezas debía tener una unidad de estilo. Había que introducir humor, dramatismo. Según su tesis, en la transición todos se hicieron cómplices a través del lucro. Se creó una especie de pacto de no agresión para administrar el modelo económico y social. “Todos estaban en una falsa paz para que las cosas siguiesen igual en una sociedad pequeña como la chilena”.

-Al contrario de lo que sucede hoy. 

-Efectivamente. Esta complicidad hoy se ha roto.