Entrevistas

Patricio Bañados: “Después de la dictadura se dijeron tantas estupideces sobre mí”

Esta es una entrevista inédita realizada a Patricio Bañados el pasado mes de diciembre. Fue la última que concedió el locutor antes de morir en el día de ayer.

A los 87 años, seguía trabajando en Radio Beethoven de la cual era su voz más característica. Pero se sentía cansado y, de hecho, confesó que creía que le quedaba poco tiempo en este mundo.

La siguiente es su conversación con el Museo de Prensa (Periodismo UDP)

 

Patricio Bañados es un pionero de la televisión chilena: participó en la primera transmisión de un mensaje presidencial del 21 de mayo y en la primera emisión de un partido de fútbol. Pero asegura que su desinterés por la militancia política y por lo que él llama “el compadrazgo chileno”, le cerraron muchas puertas. Nunca, eso sí, se alejó de los medios.

Bañados fue el inolvidable locutor en cámara de la campaña del No en 1988, votación donde el régimen de Pinochet fue derrotado.

Aquí desmenuza la televisión local, recuerda los obstáculos que enfrentó dentro de la industria y, de paso, dispara contra la clase política. “Están preocupados de imbecilidades”, sentencia.

 Son casi las 11:30 de la mañana de un jueves. Patricio Bañados está en Radio Beethoven después de grabar, como cada semana, su programa “Contrapuntos”. En la emisora, donde trabaja hace más de 30 años, la gente lo saluda con cariño y admiración. Hoy tiene 87 años, estudios en derecho y teatro, y mantiene un lento caminar, pero con una actitud segura.

“Lance sus preguntas”, dice antes de la entrevista, como si estuviera preparado para todo.

 —¿Cómo ve la digitalización de los medios y la incursión de los podcasts?

—La terminología específica de determinados medios que hay actualmente para hacer periodismo me es totalmente ajena. Empecé a trabajar cuando las escuelas de periodismo se estaban recién formando. Mi opinión general sobre los medios de difusión de Chile es que no puedo olvidar que cuando nació la televisión en Chile, bajo don Jorge Alessandri, él dijo que este medio de difusión era tan importante que había que encargarlo a las universidades y dio la concesión de televisión a las universidades de Chile y Católica.

Sobre los medios actuales tengo que dar una opinión muy global y atemporal. Encuentro una lástima que hayan abandonado los canales universitarios, primero, y luego que la televisión en general haya abandonado el papel formador que le otorgaban al entregarla a las universidades. Después, Eduardo Frei creó Televisión Nacional y mencionó como ejemplo a la BBC, vale decir, medios de difusión que tienen un gran cuidado en qué le ofrecen al espectador. Chile abandonó totalmente eso. Es lo único que podría decir. Y no es una crítica a la programación de determinado canal aquí en Chile. La televisión en Chile en general no tiende a nada y hay muchas cosas que se pueden enseñar sin majadería. Pero fue abandonado ese destino que tanto Jorge Alessandri como Eduardo Frei pensaron para la televisión. Era un destino con el cual yo concordaba absolutamente.

—A partir de la revuelta social de 2019, se vio una profundización de la desconfianza en los medios. ¿Qué es lo que debería cambiar para que la gente se acercara más a la prensa, a la televisión y a la radio?

—Creo que la televisión abrazó totalmente la filosofía del mercado: que hay que dar lo que se supone que le gusta a la gente, pero hay muchas cosas que la televisión no aborda. Es una lástima y un daño para el país. Hoy hay solo programas de distracción y el árbitro supremo de la televisión es el rating.

—¿Hay algún programa de televisión o medio que considere que está haciendo un buen trabajo actualmente?

—En su orientación, creo que se hacen buenos programas, como los concursos de canto donde parece que imitan a algunos cantantes. Eso, como entretención, lo hacen bien, pero siempre en ese plano de que lo único que interesa es ganarle al canal de al lado. ¿Cuál tuvo el mayor rating? Ese es el éxito. He visto unos programas que traen de Estados Unidos en que ya no se boxea en un ring con cuerdas y guantes, sino que se juega con una especie de malla de alambre, y se permiten patadas y todo eso. No sé cómo se puede dar esa brutalidad.

—¿Y qué opina de la sección de cultura de los medios?

—He escuchado por ahí algunos programas de muy buena calidad tanto en televisión como en radio. Invitan personajes de la literatura o de la ciencia o de la astronomía.¡Es muy necesario saber esas cosas! Algunos dicen: “¿Qué me importa a mí que haya 40 mil planetas?”. Momento, eso te pone en tu lugar. Los programas que hay los encuentro muy buenos.

El descontento

—¿Cuál es el destino tras el triunfo del Rechazo sobre el Apruebo?

—Encuentro que Chile ha caído en una confusión y en una falta de análisis tan grande que esto que me preguntas es un detalle. No sé lo que va a pasar ni me interesa, porque aquí se ganó el “No” a Pinochet, pero los gobiernos que vinieron continuaron su política. No los crímenes ni las torturas, eso ya habría sido lo último, pero continuaron exactamente la misma política monetarista avara que habían impuesto los Chicago Boys. El descontento estaba fraguándose. Viene a ser como el collar de María Antonieta: cuando el pueblo se estaba muriendo de hambre, ella se mandó a hacer un collar carísimo, y eso, en cierto modo, se dice que desató la Revolución Francesa. Aquí, a un par de ricachones los castigaron con clases de ética ¡eso es una bofetada al 90% del pueblo chileno! Se produjo el famoso estallido y parece que sorprendió. A mí no me sorprendió nada. Llegó un momento en que la gente estaba hastiada de esta estupidez. Nadie respetaba, entonces salieron ellos a no respetar. Luego, por supuesto, duró poco. Se han convencido de que fue una cosa pasajera y ahora siguen con estas leseras de las convenciones. No me preguntes, porque no lo sigo en detalle.

La clase política, que es la que tiene que representar al pueblo chileno, está divorciada de las inquietudes y las necesidades del pueblo. Están preocupados de imbecilidades. Cuando se levanta, al pueblo no lo puede parar nadie. Esta clase política ha sido absolutamente ciega, y sigue equivocada. Corremos el peligro de que haya un levantamiento en serio. Digamos que el famoso estallido de 2019 fue un ensayo general de lo que puede pasar, pero en menor escala, y los políticos no se dan cuenta, siguen peleándose. A todo esto, ganan 10 millones de pesos al mes. Tendría que haber una cierta proporción. Si el salario mínimo es poco más de 400 mil pesos, el salario máximo no puede exceder los cuatro millones. Diez veces está bien, pero no 100, ni 200, ni mil veces. Mientras tengamos esta clase política…

—¿Qué le pareció el borrador de constitución que fue rechazado el año que pasó?

—No sé quién inventó que yo estaba por el Apruebo. Es indudable que la prensa entera, que pertenece a la gente con plata porque un sindicato obrero no tiene plata para sacar un medio, estaba furiosa con este proyecto de constitución, que además era bastante disparatado porque pedía cosas que no tienen nada que ver. Una constitución da las grandes líneas de las cuales se van a desprender cada uno de los reglamentos específicos.

Yo no era partidario de eso, pero tampoco lo era de la prensa que está en manos del dinero. Que hagan una nueva constitución, pero tú no puedes invitar a un pescador de Antofagasta o un minero del cobre a participar en una cosa que no entiende.

Ni izquierdista ni pinochetista

—¿Cuál es el momento de su carrera que recuerda con más orgullo?

—Esos dos primeros años de la televisión en Chile, cuando hicimos la primera transmisión de un mensaje del 21 de mayo y  la primera transmisión en exteriores. Son hitos. La primera Parada Militar, el primer partido de fútbol. Vino el Zaragoza de España y jugó con la selección, que se preparaba para el Mundial. Eso es lo que más me enorgullece. (…) Me alegro de haber trabajado en el extranjero. Trabajé en Holanda tres años, en Inglaterra dos años, en Estados Unidos tres años, en Suiza dos años. Todo eso da una mirada. Europa la conozco como la palma de mi mano. Me gusta haber conocido Alaska y la Antártica chilena. Estuve en Australia, en Sudáfrica, en India, en Rusia. Lo único que me falta es China y Japón, y ya no lo hice porque ya estoy cachencho.

—¿Cuál es la diferencia entre los medios de Chile y los europeos?

—Creo que la dije sin querer: en Europa los medios de difusión están muy controlados, no en el sentido político sino en el sentido de que no dan cualquier cosa. En Holanda daban dos programas norteamericanos no más: uno era “El Show de Dick Van Dyke”, que era bastante divertido; el otro, media hora de cowboys. En cada país la televisión y la radio reciben especial atención, de manera que el cuidado de los medios de difusión y la calidad de los diarios es fantástica. No así en Estados Unidos, donde la calidad de los diarios es buena, pero la televisión y la radio no. Son puro comercio y tonterías.

—Usted escribió varios libros, entre ellos Confidencias de un locutor. ¿Qué lo llevó a escribir sobre su experiencia en los medios?

—Principalmente, la presión que ejercieron sobre mí mis hijas y mi señora. Me querían convencer y no les costó nada. No, pero es algo más que eso: todos queremos que quede algo de nosotros.

Confidencias de un locutor fue porque a raíz del allendismo y después de la dictadura se dijeron tantas estupideces sobre mí que decidí poner ahí clarito qué fue lo que pasó. Incluso decían que yo había leído los primeros noticiarios de la dictadura, pero resulta que durante la dictadura yo estaba en Suiza. ¿Cómo iba a leer los noticiarios? Me enteré allá del golpe de Estado. Tú sabes el dicho: pueblo chico, infierno grande.

Se dijo tanta estupidez que decidí escribir ese libro en el que narro todo cómo fue. Nunca fui allendista: creo que el gobierno de Allende fue uno de los grandes errores históricos de Chile. La Democracia Cristiana había hecho una Reforma Agraria y había nacionalizado parte del cobre. Si la izquierda se hubiese unido con la Democracia Cristiana para profundizar esos cambios e ir paso a paso, eso habría sido imparable. Habría sido apoyada por más de los dos tercios del país haciendo los cambios en la medida de lo posible: así es como resultan las cosas.

Portada del libro Confidencias de un locutor de Patricio Bañados
 

Por eso escribí ese libro. Ahí cuento bien clarito porque nunca fui de izquierda ni fui pinochetista. Fui un adversario de las dos cosas.

Cuando terminé mi contrato en Suiza, en 1975, volví, porque para mí no hay país como este para vivir. Aquí vivo feliz. Pero inventaron muchas cosas. Cuando volví se cumplían dos años de dictadura y para qué te digo la propaganda que hicieron los diarios, porque en esa época todo el mundo arrancaba de Chile. Lo presentaron como que yo volvía “gracias a”. No tenía nada que ver: terminé mi contrato y me vine. Me integré a Televisión Nacional porque estaban mis compañeros de antes: Gonzalo Bertrán, Pedro Carcuro y el “Sapo” Livingstone.

—¿Qué ámbito del periodismo le hubiera gustado desarrollar más si hubiera tenido más apoyo de los directores de los canales?

—A riesgo de ser siútico, la vida se compone de política, pero no solo de política. Me hubiera gustado hablar más de fútbol.

Después de 30 minutos de entrevista, Patricio Bañados pide parar. Dice que la vejez lo ha sorprendido. No se esperaba todos los malestares que tiene. Con tranquilidad, apuesta que no pasará de este año.

Sobre el futuro de la televisión, admite que es pesimista, pero le da un consejo a los periodistas jóvenes: “que no se la crean”, que eviten volverse los protagonistas de las noticias.

—Y que sigan su vocación, que hagan lo que realmente quieren hacer.