Entrevistas

Ignacio González Camus: “Era irresistible ser opositor a la dictadura”

El exdirector del diario La Nación recuerda su trabajo durante la Unidad Popular, reconstruye su experiencia el día del golpe de Estado y reflexiona sobre cómo fue ejercer el periodismo en una época particularmente difícil para ese oficio. “Un periodista siempre va a tener la oportunidad de trabajar por la libertad de expresión”, dice.

El 8 de septiembre de 1986, el periodista, miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y del Colegio de Periodistas, José Carrasco Tapia, fue secuestrado. Cuando se supo de la desaparición, fue Ignacio González, que entonces presidía el Colegio, quien se encargó de averiguar qué había pasado con “Pepe”. “En la morgue hay un cuerpo con características similares”, le dijo un general de Carabineros. “Cuando nos describieron el cadáver, efectivamente se trataba de Pepe Carrasco”. Lo habían asesinado agentes de la Central Nacional de informaciones (CNI) del régimen militar.

Este fue uno de los momentos más crudos que le tocó vivir al periodista Ignacio González Camus durante la dictadura y aún lo recuerda con dolor.

Trabajó en la radio Presidente Balmaceda antes y después del golpe militar de 1973, vivió la censura y la clausura de esa emisora en 1976.

A partir de 1990, asumió como subdirector de Prensa de Televisión Nacional. Luego, pasó a  Canal 11 (hoy CHV), y fue director del diario La Nación.

Entre sus libros está El día que murió Allende (1988), una notable obra de periodismo de investigación sobre los hechos que sucedieron el 11 de septiembre de 1973.

Desde su hogar en Vitacura relata sus experiencias durante la Unidad Popular y el régimen dictatorial de Pinochet. Y reflexiona en torno al periodismo a casi 50 años del golpe.

¿Cómo fue su paso por la radio Presidente Balmaceda?

—Fue una época muy bonita profesionalmente, muy motivadora y satisfactoria. Esta radio pertenecía a la Democracia Cristiana, opositora al gobierno de Allende y a la Unidad Popular, pero igual fue disuelta en 1976.

¿Cómo se vivían los días previos al golpe? ¿Había rumores sobre lo que iba a pasar?

—Absolutamente. Todo el país estaba lleno de rumores, sobre todo en Santiago y en los partidos políticos. Yo era reportero de La Moneda y le preguntábamos a los presidentes de partidos. Todos sabían que venía. Había una sensación térmica, una convicción.

Un relato del Golpe

¿Cómo fue su día del golpe militar?

—Me avisaron a mi casa que estaba pasando algo raro. Me asomé a la ventana y vi aviones, lo que era muy raro. Me levanté y fui a la radio, que quedaba en el octavo piso de calle Nueva York 53, en el centro. Bajé al Palacio de La Moneda. Quise ir a reportarme en mi lugar de cobertura, que era La Moneda, en “La copucha”. Golpeé la puerta pensando: “Si me meto, voy a estar en una especie de trampa”. Pero lo hice y me abrió un carabinero. Me identifiqué como periodista y dije: “Quiero entrar. Vengo a cubrir la información que se produzca en este día”. Y el carabinero se negó a dejarme pasar.

Ahí me fui a la radio de nuevo. Estando allá, un radiocontrolador me propuso que grabara todo lo que se veía desde la ventana. Me puse a grabar (audio) e hice un relato de todo y también del bombardeo a La Moneda. TVN compró este material años después.

¿Cómo se vivieron los días posteriores?

—Hubo una especie de romería para observar La Moneda bombardeada. Llegó mucha gente, muchos curiosos, algunos partidarios de Allende, otros partidarios del golpe. Nunca se había bombardeado antes, en la historia de Chile, el edificio del gobierno. Era inédito.

¿Qué pasó con radio Balmaceda durante esos días?

—La radio continuó transmitiendo el relato que había hecho yo. Solo se emitía por frecuencia modulada porque los militares derribaron la antena de la radio que estaba a las afueras de Santiago.

¿Cómo era trabajar ahí estando en dictadura?

—Cuando se produjo el golpe, varios periodistas renunciaron: Gabor Torey, Manuel José Gamonal, etc. El nuevo gerente general, Belisario Velasco, me nombró jefe de prensa. Fue la primera radio que actuó como opositora a la dictadura. Desde el primer día, tuvo una posición disidente con el régimen militar. Dábamos a conocer los recursos de amparo que se presentaban por el desaparecimiento de personas.

“Dentro de la propia radio Balmaceda se produjo una lucha, porque estaba en manos de los ‘chascones’, el sector más progresista de la DC, y fueron los ‘guatones’, el sector más conservador del partido, quienes intentaron sacar de la dirección a Velasco, el pilar de la radio. Finalmente, Belisario Velasco fue relegado por el régimen y los ‘guatones’ de la DC tomaron el control.

“Ahí se generó una batalla por la libre expresión de la radio. Los ‘guatones’, una vez fuera Belisario Velasco, censuraron los libretos y crónicas. Lo que ellos hicieron fue impedir la libertad de prensa”.

Un libro, una historia que contar

¿Cómo fue su experiencia escribiendo El día que murió Allende?

—Fue un trabajo muy bonito. En esa época, era casi artesanal. Uno lo hacía escribiendo a máquina, recortando o tachando algunas líneas y llevando un párrafo cortado con tijeras a otra página. Era una especie de confección, como la de los sastres, en la que ibas construyendo tu texto. De repente quería modificar un párrafo o cambiarlo de lugar y ese trabajo artesanal tenía mucho sabor.

“Entre reportearlo y escribirlo, me tomó dos años. Hablé con muchas personas y empecé por toda la gente que estuvo en La Moneda en el momento del golpe. Mi primer objetivo eran las personas que habían estado allí, aunque no fueran de primera línea. Esos eran testimonios inéditos, que no se habían recogido antes. Hablé con los detectives que estuvieron en La Moneda, que permanecieron leales a Allende. Conversé con algunos exfuncionarios. Entrevisté, incluso, a un general de Ejército, el general Javier Palacios, que fue el que protagonizó la entrada y toma de La Moneda después del bombardeo. En el extranjero recogí testimonios del secretario de prensa del Presidente Allende, Carlos Jorquera; de su secretaria, Miria Contreras (“La Payita”); del doctor y ministro de Educación, Edgardo Enríquez, y de otros”.

Después de 50 años, ¿qué podría decir del periodismo en dictadura?

—Fue nefasto. Claro, quedaban algunos pequeños territorios que no estaban controlados por el gobierno. Por eso nació un diario de oposición que fue La Época y las revistas de oposición como Cauce y Hoy y el diario Fortín Mapocho. Ahí había periodismo de oposición.

“En dictadura podías no tener un medio para publicar, pero sí recolectar información, hacer entrevistas, juntar material para, quizás, publicar en medios del extranjero. Un periodista siempre va a tener la oportunidad de trabajar por la libertad de expresión. Puedes pensar en reconquistar la libertad de prensa para tu país. Y, por mientras, trabajar publicando en medios clandestinos.

“En regímenes como el chileno, al menos en esa época, se podía intentar, por lo menos, ser escuchado. Se podía luchar. La dictadura fue un momento en el que era irresistible ser opositor”.