Actualmente es rostro de Chilevisión, como conductor del histórico espacio político “Tolerancia Cero”, y de CNN, a cargo del programa nocturno “La última mirada”. Hace algunas semanas anunció su salida de Radio La Clave y ahora incursiona en el podcast de análisis político “La Cosa Nostra”, junto a Alejandra Matus, Alberto Mayol y Darío Quiroga. Amante de los relojes, tiene una pequeña colección que luce en televisión junto a sus características camisas Polo arremangadas.
También ha trabajado como director, subdirector, productor de medios y corresponsal para la revista Time y el periódico The Wall Street Journal, y hoy es docente de la Escuela de Periodismo de la UDP. Sin embargo, esta carrera no fue su primera opción: antes, estudió Licenciatura en Física y luego Geografía, pero, como dicen, la tercera es la vencida. Los sucesos en torno al Golpe de Estado de 1973 lo hicieron elegir un oficio que durante su vida profesional le provocó temor e incluso lo llevó a la cárcel, pero al mismo tiempo le entregó “experiencias incomparables”.
En septiembre de 1985, cuando se desempeñaba en la revista Análisis, Fernando Paulsen golpeó al periodismo nacional, destapando uno de los episodios más feroces de la dictadura: el caso “Degollados”. Recuerda que recibió el llamado de una fuente que lo citó a su oficina prometiendo algo inédito. En el lugar, le entregó dos informes: uno, emitido por la Dirección de Inteligencia y Comunicaciones de Carabineros (DICOMCAR) y otro, por la Central Nacional de Informaciones (CNI). Rápidamente, Paulsen se dirigió a la revista y, literalmente, “pararon las prensas” para publicar uno de los casos más horribles y recordados en el país.
El periodista también fue director del noticiario chileno opositor al régimen de Pinochet, “Teleanálisis”, que se produjo y distribuyó entre 1984 y 1989.
En el canal La Red inició en 1993 la que sería una destacada trayectoria en televisión abierta, la que continuaría en TVN, Canal 13 y Chilevisión.
¿Por qué entró a estudiar Periodismo?
-Yo salí del colegio en 1973, el mismo año del golpe. Entré a Licenciatura en Física en la Universidad de Chile y allí estuve un año. Luego a Geografía, pero lo que yo quería estudiar era Periodismo y no podía entrar por mi puntaje. Entonces, la Universidad Católica creó un cupo para deportistas destacados del club. Yo jugaba rugby por la UC, era seleccionado chileno. Tenía que mostrar la última Prueba de Aptitud Académica, que estaba relativamente bien, y entré a Periodismo. Periodismo fue mi tercera carrera.
-Además, usted era futbolista, deporte que lo llevó a estudiar a Estados Unidos…
-Yo era muy buen rugbista, pero era mucho mejor jugador de fútbol. El año 1977 me encontré con un amigo de la selección de rugby de Chile. Él me dijo que necesitaba un delantero para el equipo de fútbol de la University of North Texas (Denton). Me pagaban alojamiento, comida y la colegiatura, y jugaría fútbol. Jugué tres años en la universidad y saqué mi título de Periodista allá.
-De regreso a Chile, trabajó en medios opositores a la dictadura. ¿Qué recuerda de la censura a la prensa en esos años?
-Tuvimos muchísima censura, desde las más atípicas que se hayan visto, hasta las típicas. Las típicas eran decirte que a partir de ahora no puedes publicar la revista durante dos semanas. La más atípica es cuando censuraban solo el uso de imágenes, pero podías escribir de todo. En la oficina de informaciones del Gobierno a alguien se le ocurrió que las fotografías impactaban más que los textos y, por lo tanto, lo que había que censurar era la imagen. Nosotros en revista Análisis dejamos los espacios vacíos que decían: “Esta es la foto de un soldado que está pegando a un niño con la culata de su rifle”. Fue mucho peor. Se dieron cuenta de que la foto era menos grave que lo que uno escribía, porque, automáticamente, la gente se imaginaba las cosas peores.
– ¿Sufrió alguna amenaza o algún tipo de amedrentamiento?
-Uno tenía que interactuar con el miedo. Cuando mi mamá me llamó una vez, me dijo: “Fernando, véngase para acá. Me llamó un señor por teléfono, me describió cómo usted estaba vestido y que no sabía si iba a volver igual”. Eso pasaba todo el tiempo. Hubo gente que se salió de la revista Análisis por amenazas. Ahí uno evaluó si es que la profesión valía o no valía el miedo. Algunos resistieron, muchos murieron.
-A causa de lo anterior, ¿pensó en algún momento dejar el periodismo?
-Todo lo contrario. Cagado de susto como estaba, con dos encarcelamientos en el cuerpo, no se me ocurrió salirme. De hecho, la revista Time me ofreció irme después de la segunda cárcel con una oferta de corresponsalía en Lima, pero lo rechacé.
-A lo largo de su carrera profesional ha ejercido distintos roles en los medios de comunicación. ¿Cuál ha sido la experiencia que más le ha gustado?
-Los diez años que estuve en la revista Análisis no se asemejan con lo que me haya pasado antes y después. Incluso si lo comparo con haber sido director de medios. Por paliza, lejos.
-¿Por qué?
-Porque muchas de las cosas que uno aprendió del periodismo, fueron allí. Por ejemplo, algunas de las fuentes (informativas) más extraordinarias que yo he tenido, las logré en dictadura. No estoy hablando de gente de la izquierda, hablo de gente de la derecha. Gente que costaba que confiaran y te dijeran cosas. Tengo tres o cuatro portadas de revistas con golpes noticiosos que me los entregaron personas de derecha en contra de Pinochet.
-¿Cuál es el golpe noticioso que más le enorgullece?
-Publiqué a quiénes mataron a los degollados. En un momento dado, recibí un llamado de una fuente muy exclusiva mía, con quien trabajé muchísimos años. Él me dijo: “Fernando, tengo algo que te puede interesar”. Fui a la oficina de esta persona en el centro y me dijo: “Tengo dos documentos”. Me entregó el primero, un informe de Carabineros, y luego la respuesta en que la CNI (Central Nacional de Informaciones) acusaba a Carabineros del crimen. Quedaba claro que había sido la policía la que degolló a los tres. Con esta publicación cayó toda la Dicomcar (Dirección de Inteligencia y Comunicaciones de Carabineros) y también el general César Mendoza salió de la Junta de Gobierno.
-Ya en democracia, ¿sufrió censura editorial en algunos de los medios en los que trabajó?
-La única persona en la vida que a mí me ha censurado, y en democracia, se llama René Cortázar, mientras fue director de Televisión Nacional de Chile. Fue en mi programa “Medianoche”, cuando el Papa Juan Pablo II había llegado a Cuba y yo necesitaba en el estudio a un experto en temas vaticanos. Llamé a Francisco Javier Cuadra, exministro de Pinochet y exembajador en el Vaticano, y le pedí que fuera a explicar, en términos eclesiásticos, la reunión del Papa con Fidel Castro en La Habana. Cuando salieron los anticipos del programa, me llamó René Cortázar: “Fernando, Cuadra no puede salir en el canal”. “¿Y por qué no puede salir en Televisión Nacional?”, le respondí. Resulta que esa semana hubo una entrevista en Qué Pasa donde Cuadra dijo que había parlamentarios que se drogaban (de izquierda y de derecha). “Cuadra no puede entrar al canal, ni siquiera para hablar de la familia Cuadra. Así que cambia el invitado”, mandó Cortázar. Es la única persona en la historia que me ha censurado directamente.
-¿Cuál fue el mayor fracaso de su carrera?
-No haber sido capaz de sostener La Hora. Seis meses después de asumir como director de La Tercera, en enero de 1997, pedí una reunión con el directorio y propuse sacar un vespertino que competiría directamente con La Segunda. Me dijeron que no, pero, de repente, Álvaro Saieh me dijo: “Prepárate un boceto, a ver cómo sería”. Lo hice. Fui al directorio y por seis votos contra dos aprobaron sacar La Hora. Un grupo de directores cedió a la presión de El Mercurio quienes, lo supe después, tenían un compromiso para que La Tercera no compitiera con La Segunda y El Mercurio no hiciera lo propio con la revista Qué Pasa.
-¿Qué formato prefiere en los medios de comunicación?
-Lejos, la radio.
-¿Por qué?
-Porque la radio tiene una particularidad extraordinaria: tiene un solo sentido, que es el oído. No está el ruido visual, sino que es puro contenido.
– ¿Le acomoda trabajar en equipo?
-Me gusta trabajar en equipo. Echo de menos esas reuniones de pauta a la antigua. Largas, gritadas, con harto café.
-¿A qué periodistas chilenos actuales admira?
-A muchos. Encuentro buenísimos a los compañeros que tengo en CNN. Daniel Matamala, Matilde Burgos reportean muy bien y trabajan harto.
-¿Qué le parece el culto a la personalidad a los rostros televisivos?
-Inevitable. No hay forma de que eso no pueda pasar.
-¿Qué medios de comunicación considera que están haciendo un buen trabajo hoy?
-Me gustan algunas cosas que tiene CIPER, me gusta ese periodismo investigativo.
– ¿Qué medios están sorteando la crisis actual?
-Los podcast. Me sorprenden las métricas de un podcast.
-¿Qué cree que queda por mejorar en los medios de comunicación chilenos?
-La línea editorial de los medios debería estar en la página editorial. Tal cual como pasa en Estados Unidos. Todo el mundo entiende en Estados Unidos que esa es la opinión de los dueños del medio, no de los periodistas. Y todo el resto es un trabajo profesional. Además, todavía somos “periodistas de pijama”, como le llamo yo. Básicamente, todavía somos muy ombliguistas. Ha mejorado porque las redes han expandido las cosas, pero es un tratamiento de la información muy cercano. Creo que es interesante ver cómo se despliega el fenómeno de las fake news. No solamente hay que invertir en educación periodística, creo que es mucho más importante, a largo plazo, invertir en capacitación de lectores para las fake news.
¿Cooperan los periodistas en la difusión de fake news?
-Cuando hacen mal periodismo, cooperan muchísimo.
*Este artículo fue hecho como parte de la práctica electiva Museo de Prensa, asignatura que imparte la profesora Andrea Lagos.