Entrevistas

Bofill: “Los escándalos no son carreras de cien metros, sino maratones”

Andrés Azócar entrevista a Cristián Bofill, ex director de La Tercera, sobre el tratamiento periodístico dado en el diario al caso Spiniak.

 

El director de La Tercera* repasa cada unos de los elementos que dieron vida o uno de los casos policiales más dramáticos de los últimos años, y que se transformó en una avalancha cargada de consecuencias políticas, judiciales y, por supuesto, periodística. Este es precisamente el tema que recoge esta entrevista, detallando el camino seguido por uno de los medios más influyentes del país, que tomó una postura cautelosa -excesiva, en algunos casos- en la entrega de la información, pero que finalmente apostó por ser el líder a la hora de resolver la trama.

En noviembre del 2003, estando en panel de directores de medios -reunidos por alguna institución, cada vez que una noticia modifica drásticamente la agenda- Cristián Bofill, director de La Tercera, dijo que esperaba que los lectores evaluaran a los medios una vez que el caso Spiniak hubiese terminado. “La Tercera está apostando a su propia investigación”, recalcó.

En esa época, el mayor escándalo político en Chile estaba en su momento más alto, no sólo apuntaban a algunos senadores de la República –Jovino Novoa  era el más damnificado– sino a los medios, especialmente a los llamados “tradicionales”. Justamente por el celo –excesivo sin duda– que tomaron para enfrentar el caso. Por eso la apuesta de Bofill –cabeza de uno de los medios más importantes del país desde 1999– parecía a todas luces aventurada.

Sin embargo, el tiempo le dio la razón a La Tercera. ¿Tanto en la forma como en el fondo? En esta entrevista, se intenta resolver algunas de estas dudas, aún pendientes.

–El caso Spiniak debe ser uno de los más debatidos últimamente. Un caso que inclinó posiciones, mostró la “inmadurez” de los medios para enfrentar casos en donde los protagonistas eran personajes influyentes y también dejó damnificados y triunfadores. Cómo ves el caso Spiniak como periodista.

–La mayor complejidad del caso no fue la presencia de personajes influyentes, aunque obviamente ese factor también pesó, a favor y también en contra de ellos. Me ha tocado trabajar en muchos escándalos, como el Piñeragate, la denuncia de drogas de Francisco Javier Cuadra, La Oficina o el Mop-Gate, para citar algunos. En todos ellos estaba involucrada gente con bastante poder. Creo que son otros los factores que pesaron más para convertir este caso en algo tan especial.

–¿Cuáles son esos factores?

–El primero es que no tenía paradigmas. En todos los grandes escándalos anteriores existía una lógica clara desde el principio y uno podía vislumbrar lo que había pasado, aunque finalmente no pudiera probarlo o el caso llegara a un callejón sin salida. En el Piñeragate sabías que terminarías en el servicio de inteligencia del Ejército, que era una emboscada contra la derecha liberal. En “La Oficina”, todo apuntaba a un acuerdo tácito del gobierno con el FPMR, para que no siguiera realizando acciones a cambio de impunidad. Lo mismo se aplica a los casos de violaciones de los derechos humanos. Tenías una brújula, ya que estabas en un terreno donde predominan actores y lógicas de poder bastante claras. El caso Spiniak, en cambio, estaba relacionado con mundos hasta entonces ajenos al cotidiano de la prensa, el de proxenetas, abusos sexuales, etc. El segundo factor era que se trataba de una acusación de pedofilia, algo muy complicado. No me imagino un delito más grave y capaz de arruinar para siempre la reputación de una persona.

–Influyó que La Tercera, en general, no toca temas sexuales.

–No nos gusta hacer periodismo debajo de la cintura. Entiendo perfectamente que si el tema tiene relevancia pública –si está conectado con abusos de poder o fraude, por ejemplo– es necesario y legítimo meterse. Pero en general evitamos esos temas. No entiendo qué relevancia puede tener que un diputado sea homosexual o que un político casado sea infiel, mientras se trate de relaciones entre adultos mutuamente consentidas, a no ser en casos donde haya otros ingredientes muy importantes en juego y sea indispensable ponerlo como contexto. Ahora, si otros medios lo quieren hacer sólo para divulgar esas situaciones, sin que exista ningún otro tema relevante de por medio, para eso está la libertad de prensa. Pero no creo que eso sea pega de medios influyentes y de calidad.

–¿Periodísticamente la pedofilia tiene un valor judicial diferente a un escándalo sexual que involucre a una autoridad?

–La pedofilia es un delito grave. No es delito ser homosexual o tener relaciones extraconyugales. Son cosas muy diferentes.

–Sin embargo, si la figura política es de trascendencia, como el caso de Bill Clinton y Mónica Lewinsky, la prensa no duda en involucrarse.

–La prensa estadounidense también en un principio tuvo cierta cautela con el tema. El que hizo estallar el escándalo Lewinsky fue el blog Drudgereport.com, del periodista Matt Drudge. ¿Y qué informó?: que la revista Newsweek tenía el tema en sus manos y no había querido publicarlo en su edición de esa semana.

–Después de la publicación de Drudgereport la prensa estadounidense no dudó en publicar los pasajes más marbosos del infome Kenneth Starr. Y no se salvó ni el New York Times.

–Si, pero Se trataba de las conclusiones de una investigación judicial contra el presidente Clinton llevada a cabo por un fiscal especial, Kenneth Starr, quien además se había encargado de poner su informe en Internet, con todo lujo de detalles sobre los encuentros de Clinton con Mónica Lewinsky. No digo que la vida sexual de un personaje público sea tabú. Lo que sostengo es que la prensa de calidad tiene que tener motivos de peso para entrar en ese terreno, como una investigación judicial o situaciones muy puntuales. Un hito importante en este debate fue lo que hizo el Miami Herald en 1987, cuando liquidó al candidato presidencial Gary Hart al revelar su affair con una modelo. El Miami Herald lo justificó diciendo que era la forma de develar la deshonestidad de Hart, quien había dicho que era un esposo ejemplar y desafiado a la prensa a probar lo contrario. Además, una vez revelado el caso, Hart cometió el peor error: trató de negar la relación. Yo pienso que existen otras formas de investigar si un político es honesto o no.

–¿Hasta qué punto la prensa alternativa jugó un rol relevante en el caso Spiniak?

–Lo primero que hay que decir es que no fue la prensa la que detonó el caso. Fue la diputada Pía Guzmán. Ella legítimo la denuncia. Creo que sin sus intervenciones el caso jamás habría asumido esas dimensiones. En rigor, hubo dos medios que jugaron un rol importante en este caso: Canal 13 con la famosa entrevista a Gernita Bueno y La Tercera que logra la confesión de Gemita tras recopilar una serie de antecedentes judiciales, pericias médicas e informes policiales que desvirtúan su versión. En otra dimensión, creo que fue importante la entrevista realizada por The Clinic a Gemita Bueno al día siguiente de su entrevista a La Tercera. Pero no se puede decir que los medios alternativos jugaron un rol central, ya que muchas veces han hecho denuncias sin lograr marcar agenda. Plan B, por ejemplo, una vez publicó un reportaje señalando que un parlamentario UDI tenía hijos con una mujer en Arica pero el tema pasó desapercibido.

–¿Influyó que hubiera un sacerdote involucrado en la trama?

–Para mí no, pero si influyó en la credibilidad de la denuncia, sobre todo por el apoyo tácito que le dio la jerarquía eclesiástica a Artiagoitía.

–De todas maneras, el caso Spiniak se convirtió en uno de los casos más importantes, al menos como análisis, de los últimos tiempos.

–Haciendo una recopilación del porqué el caso asumió esas dimensiones, estoy convencido que hubo tres factores principales, además del gran impacto por ser la primera acusación de pedofilia contra dirigentes políticos de peso. Primero, Pía Guzmán. Segundo, la entrevista en Canal 13 a Gemita Bueno. Tercero, la reacción destemplada de la UDI, personificada en la conducta de Pablo Longueira.

–La discusión sobre Canal 13 no parece del todo resuelta. Para usted el error fue entrevistar a Gema Bueno, o la forma en que se hizo, dándole un contexto de testigo infalible.

–Creo que el principal error de Canal 13 no fue hacer la entrevista ni darle el contexto de testigo infalible, pese a que ambos errores son gruesos y merecen figurar en una antología de fallas periodísticas. Lo del contexto, sin duda fue un desacierto mayor: ¿Que necesidad tenían de poner a sicólogas “explicando” porque había que creerle a ese tipo de testimonios? Pero en ese error, Canal 13 puede decir que está en buena compañía. La BBC también se equivocó al acusar a Tony Blair de distorsionar información de inteligencia para justificar la intervención de EEUU en Irak. Esa falla condujo a un suicidio, el del científico David Kelly. El New York Times también ha cometido errores muy graves. En eso nadie puede tirar la primera piedra. Todos eventualmente podemos comprarnos una historia de buena fe y después nos puede reventar en la cara. Pero lo más antiprofesional de Canal 13 fue su actitud posterior.

–Entonces, ¿El error fue no retractarse?

–Canal 13 tenía la obligación de liderar el tema y, si aparecían evidencias en contra, ser  primero en divulgarlas y corregirse. Pero hicieron lo contrario: ignoraron sistemáticamente todas las pruebas que se fueron acumulando de que la denuncia era mentira y, sólo al final, y a regañadientes, lanzaron un comunicado retractándose. Lo correcto habría sido hacer un reportaje con todas las nuevas evidencias para explicarle a su público donde habían fallado. Si la audiencia de Canal 13 se hubiera informado sólo por el departamento de prensa del canal, después que se emitió la entrevista no habría tenido ninguna información relevante del desarrollo del caso hasta el desenlace. Otro punto que para mí es relevante, como director de medio es que los responsables deberían haber asumido las consecuencias de su error, como ocurrió en la BBC y en el New York Times. El máximo responsable de la BBC renunció al comprobarse que sus acusaciones eran falsas; lo mismo hizo el director del New York Times cuando estalló el escándalo de Jayson Blair, un reportero que inventó varias noticias.

–Canal 13, en todo caso, no fue el único que se equivocó.

–Claro que no. De alguna forma todos nos equivocamos. Sería arrogante decir lo contrario. Pero hay errores y errores. Además medios como The Clinic y Plan B se corrigieron mucho antes del desenlace, lo que no hizo Canal 13.

–La Nación no lo hizo.

–Por eso mismo, tengo una pésima evaluación del trabajo de ese medio en este caso.

–En la entrevista a The Clinic la Gema Bueno se ríe de todos, pero especialmente de los medios. Y dice que el único que no le creyó fue La Tercera. Más allá de las consideraciones de este escándalo, ¿En qué pie estaban los medios al enfrentar este caso, que se olvidaron de los chequeos, que salieron a buscar testigos entre niños desamparados, que sólo informaron sobre la parte que les convenía del sumario judicial?

–Insisto en que los medios nunca habían enfrentado una trama como esta. No recuerdo un testigo que mienta de la manera que lo hizo Gemita Bueno, con el aval de sectores políticos y de miembros de la Iglesia. Además, al concentrarse en Jovino Novoa las acusaciones, los ajustes de cuentas políticas pesaron mucho. Da la impresión que ese factor tiene bastante importancia. Pero no es verdad que La Tercera nunca le creyó: tuvimos dudas desde el principio, pero sólo nos convencimos de que mentía cuando tuvimos los elementos de prueba. Nuestra función no era creerle o no creerle, sino que investigar. No se hace periodismo en base a convicciones.

–Los medios alternativos también vieron la gran oportunidad de posicionarse, con un tema que les suponía mayores libertades que a los medios tradicionales.

–Yo creo que hicieron ruido de verdad por primera vez. Pero no estoy seguro que hayan jugado un rol importante en términos de aportar información de calidad. No instalaron el tema en la agenda y no dieron información relevante, salvo la entrevista del The Clinic con Gemita Bueno, al día siguiente de la que sacó La Tercera.

–En un seminario en una universidad, al mes de escándalo, afirmaste que la gente debería evaluar a los medios al final del caso y no en los primeros meses. ¿Por qué tanta seguridad?

–Como todos los grandes escándalos, el de Spiniak era una oportunidad y una amenaza para los medios. En La Tercera, teníamos fe en nuestra capacidad para investigarlo y salir bien, fuera cual fuera el desenlace. Y todavía conservamos esa confianza, ya que si bien está claro que el testimonio de Gemita Bueno era una mentira de principio a fin, todavía queda mucho por escarbar. La diferencia es que ya no es un tema que domina la agenda, pero quedan varios cabos sueltos. En todo caso, desde el principio estaba claro que nadie sabía bien que terreno se estaba pisando y que los riesgos de equivocarse eran muy grandes. Al decir que el caso no era una carrera de 100 metros, sino que una maratón, estaba simplemente ejerciendo el Sentido común.

–¿En qué momento te das cuenta que el camino tomado por La Tercera ya tiene pruebas relevantes?

–Pasamos por varias etapas. La primera, fue la perplejidad. Ahí, nuestra gran preocupación fue irnos con mucho cuidado en el terreno policial, pero liderar el hilo político, que era un elemento importante. De hecho, basta revisar los medios para darse cuenta que nadie cubrió como La Tercera la crisis interna de la UDI y los errores que condujeron a la caída de Pablo Longueira. La segunda etapa, fue después de la entrevista dela Gemita Bueno en Canal 13, de la cual tuvimos información detallada en La Tercera horas antes de que se trasmitiera. Destacamos el testimonio en primera página al día siguiente. Pero la etapa más importante fue cuando empezó a dar frutos el trabajo de un periodista asignado exclusivamente a seguir a Gemita Bueno –tarea que primero cumplió Pablo Vergara y, después, cuando éste se fue a The Clinic, el periodista Mauricio Donoso– además del trabajo de editores y otros periodistas que estaban muy dedicados al tema. Entre febrero y marzo teníamos certeza absoluta que Gemita estaba mintiendo, pero decidimos acumular más antecedentes y pruebas para dar el golpe final solo cuando las pruebas fueran irrefutables. Eso ocurrió en agosto, con su confesión. Pero ya en abril habíamos publicado documentos concluyentes, como la transcripción del interrogatorio en que el juez Muñoz logra quebrar a Gemita.

–¿En qué influyó que la gente que se suponía involucrada en el tema fueran personajes de mucho poder?

–Mi impresión es que eso sobre todo los perjudicó, por varias razones. La primera es que Jovino Novoa era visto casi como una encarnación del poder, por ser líder de la UDI y todo lo que eso conlleva. El raciocinio de la gente era que si lo estaban acusando tenía que ser verdad, ya que si fuera inocente le sobraba poder para frenar el caso. Otro factor, dadas las pasiones que a veces dominan la agenda, era que muchos de sus adversarios políticos querían que las acusaciones fueran ciertas y se jugaron fuerte contra él. Por último, la cautela de algunos medios para abordar el caso era vista mucho más como un ejercicio de su poder,lo que en algunos casos puede ser cierto, pero no en todos.

–Pero, ¿Influyó en algo que Jovino Novoa, haya sido parte del Comité Editorial de La Tercera?

–El Comité Editorial de La Tercera no es deliberativo. Es un desayuno semanal en el que participan políticos desde el PS hasta la UDI, como José Antonio Viera Gallo, Oscar Guillermo Garretón, Alejandro Foxley, Raúl Torrealba, Juan Antonio Coloma, Edmundo Pérez Yoma o Jorge Schaulsohn. Se intercambian ideas y se comenta la actualidad, pero el contenido lo decide el director del diario, siguiendo las líneas básicas establecidas por el directorio de la empresa, que no entra en el día a día. Para ejemplificar como funciona Copesa en ese terreno, es bueno recordar que Víctor Manuel Rebolledo era del Comité Editorial de Qué Pasa cuando la revista lanzó el artículo de las coimas, que terminaron comprometiendo seriamente su carrera política. Si alguien cree que un diario serio, manejado por profesionales, va a hipotecar su credibilidad para defender a un dirigente político culpable de acusaciones como las de Gemita Bueno, no tiene idea en qué consiste el periodismo.

–¿Por qué La Tercera se demoró tanto en poner el nombre de los senadores, nombres que por lo demás ya habían sido publicados en casi todos los medios?

–No estoy seguro que ya habían sido publicados en todos los medios. En todo caso, creo que fue un exceso de cautela, Pero al final del día fue esa cautela la que nos llevó a no comprarnos pistas falsas y avanzar con seguridad en el tema. No estamos arrepentidos de haber sido cautelosos en ese caso. Aplicamos el mismo criterio con las acusaciones contra el alcalde de Valparaíso, Hernán Pinto, a quien también se trató de involucrar en el caso Spiniak falsamente. Nadie puede decir que Pinto es un tipo con poder fuera de sus reductos en Valparaíso. Otros medios usaron diferentes criterios con Pinto que con las personas mencionadas por Pía Guzmán.

–En el caso Spiniak, La Tercera también optó por potencia la cobertura política, y con menos cautela.

–Ahí estábamos pisando en un terreno conocido, el de la política, donde conocíamos los vericuetos y Ia lógica de los actores. Se trata de algo que hacemos todos los días y lo sabemos  bien. Por lo tanto podíamos avanzar pisando en el acelerador sin temor a mayores riesgos en el camino.

–Tengo entendido que Pablo Longueira no volvió a hablar con La Tercera.

–Eso ocurre a veces con los políticos, y no sólo con ellos, cuando se publican informaciones que no resultan de su agrado. Hasta cierto punto es natural. No tiene ninguna importancia, en la medida que ese tipo de conflictos no se reflejan en la cobertura del diario.

–¿Cree que los consumidores de diarios hacen el análisis frío de decir “este medio fue el más cauteloso, el más responsable y finalmente tenía razón” o prefieren el que les dé más información y lo más ”jugoso”? Porque un diario también se mide, sobre todo hoy, por las ventas.

–Las ventas son un elemento importante, pero no son suficiente para construir prestigio, que al final es lo que más valoran los lectores y los avisadores. Ahora, creo que el público siempre valora un trabajo bien hecho y eso al final se traduce en mayores ventas, más prestigio y en una mejoría de la plataforma publicitaria. Es obvio, por ejemplo, que el excelente trabajo de Canal 13 en la captura de Paul Schäfer le va a redituar mucho a ese canal. Nosotros estamos satisfechos con nuestro trabajo en lo que se refiere a Gemita Bueno, aunque obviamente tampoco estuvimos libres de errores.

–¿Errores de tipo informativo o editorial?

–Informativo, que es lo esencial. Siempre se puede hacer de una manera mejor.

–Por ejemplo, darle el calificativo de “supuesto testigo” a Gema Bueno.

–Era la forma que usábamos para poner un piso de duda a su testimonio, pero después la cambiamos. Partíamos de la base de un ­error conceptual: que al darle el carácter de testigo estábamos avalando que ella había presenciado lo que afirmaba haber visto. Pero la verdad es que un testigo judicial es un testigo. Otra cosa es que su testimonio sea falso. Fue un error.

–En el caso Lavandero, por ejemplo, las declaraciones del hijo de Clara Szczaranski no pasan el mismo cedazo que Gema Bueno, y los medios las reproducen íntegras, entre ellos La Tercera.

–Hay una enorme diferencia en el caso Lavandero con el de Gemita Bueno. Casi todo los medios sabíamos al menos tres meses antes de que se diera a conocer el caso públicamente que existía esa investigación. Sólo se empezaron a publicar detalles después de que la fiscalía formalizó los cargos y presentó numerosas evidencias. Por lo demás, las declaraciones del hijo de Clara Szczaranski, que fueron publicadas como primicia por La Tercera, eran declaraciones judiciales. De hecho, todos estamos de acuerdo en que los errores de Gemita Bueno llevaron a la prensa a encarar con mucha más frialdad el caso Lavandero. Podríamos llenar varias páginas con las diferencias entre ambos casos.

–Cerremos con un tema muy importante y que es de discusión académica. Carlos Peña en una columna, después de las sanciones a Canal 13, escribió que los periodistas, por el deber de informar, pueden errar, equivocarse en la entrega de la información.

–Los medios pueden equivocarse sin duda y, por más fuertes que sean esas equivocaciones, no deben servir de excusa para restringir la libertad de prensa, un pilar básico de cualquier sociedad democrática. Hasta ahí estoy de acuerdo con él. Una de las mejores lecturas en ese sentido es un libro del ex columnista del New York Times Anthony Lewis, titulado Make no Law, en la cual relata el caso Sullivan contra The New York Times, que marcó una jurisprudencia muy importante en Estados Unidos. Tengo entendido que Peña lo leyó, ya que citó el caso en una columna. Mi diferencia con la postura de Peña respecto de la prensa y sus equivocaciones no es de concepto. Es otra.

–¿Cuál es esa diferencia?

–Una cosa es que los medios puedan cometer equivocaciones y combatir a quienes las quieren usar como pretexto para coartar la libertad de prensa, pero otra es celebrar sus equivocaciones. Bajo ese prisma, basta que la prensa se atreva a decir cosas incómodas para el poder para que merezca elogios irrestrictos, sin importar si es verdad o no. Peña aplaude, por ejemplo, la actitud de Canal 13 respecto de Gemita Bueno y ayuda a convertir los errores profesionales en un espectáculo de coraje. Le tengo aprecio y respeto como una persona que combate las restricciones a la libertad de expresión, pero me es imposible coincidir con él. Creo que no se puede discutir en  el papel de la prensa si el factor credibilidad se deja de lado.

–¿Qué lecciones deberían sacarse para este tipo de casos, con un país cambiando profundamente, más medios y más competitivos y audiencias acostumbradas a otro tipo de escándalos?

–Frente a denuncias de este calibre, lo mejor es no dejarse llevar por el inmediatismo. Los escándalos de este tipo no son carreras de cien metros, sino maratones. La tendencia en una sociedad donde los medios son cada vez más competitivos es a la inmediatez. Con esto no estoy defendiendo un rol reactivo o justificando a aquellos que prefieren remitirse a publicar declaraciones oficiales para no meterse en problemas, una tendencia bastante arraigada en algunos medios. Lo que digo es que es mejor investigar bien y al final en estos grandes casos, a veces el que pega último pega mejor.

–O sea este caso, incluso rompe el axioma máximo, al menos del periodismo tradicional, que es el golpe.

–No, pero no sacas nada con apresurarte y golpear si al final, en el desenlace, ese golpe te revienta en la cara.

*Cristián Bofill dejó la dirección de La Tercera en agosto de 2013