Historia

Abraham Santibáñez, Profesor Emérito UDP “Un periodista es un personaje atípico, muy individualista, pero que sabe, siempre, que es parte de un equipo”

El periodista Abraham Santibáñez, exdocente y uno de los fundadores de la Escuela de Periodismo UDP, fue reconocido con la distinción de Profesor Emérito UDP.

La ceremonia fue presidida por el rector Carlos Peña, quien destacó la trayectoria del expresidente del Colegio de Periodistas (2008-2010) y Premio Nacional de Periodismo 2015.

Santibáñez, en tanto, pronunció un emocionante discurso que reproducimos de manera íntegra a continuación:

Gracias a todos. Gracias al rector Carlos Peña. Gracias a la UDP. Gracias a quienes están aquí y a quienes no pudieron venir.

Aquí, en esta universidad privada que me acogió por más de dos décadas, me declaro una vez más que soy fruto de la educación pública.

En Til-Til, en 1944, entré a la educación formal en la Escuela Pública. Años más tarde, en 1949, postulé y fui aceptado en el Instituto Nacional.

En 1955 entré a estudiar Química y Farmacia en la Universidad de Chile. En octubre de ese primer año decidí que lo mío era Periodismo. Fui parte del cuarto curso de la recién inaugurada Escuela de Periodismo. Estrenamos lo que Santiago del Campo bautizó como una “guagua de fierro, cemento y cristal”, un edificio recién construido junto al campus del pedagógico en Macul.

Soy, repito, fruto de la educación pública.

En 1988, aunque la dictadura ya entraba en su etapa final, todavía las universidades del Estado (y las privadas tradicionales, como la UC) estaban en manos de rectores delegados. Eso explica por qué me sentí tan a gusto cuando Lucía Castellón me invitó a formar parte de la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales, definida por Don Manuel Montt como la más pública de las universidades privadas.

Nuestra llegada no fue fácil. Con Alejandro Guillier fuimos procesados por la Justicia Militar y encarcelados brevemente en el anexo Capuchinos. La leyenda dice que, como era obvio, la situación llegó a los oídos de Don Manuel, quien llamó a Lucía Castellón, la directora de la Escuela:  “Le felicito por su ojito, tenemos tres profesores contratados de los cuales dos están presos”.

El asunto no pasó más allá.

Estuve aquí 21 años. Llegué como profesor de Periodismo Interpretativo y egresé con una mención en ética profesional (Consejo de Ética de los Medios y Tribunal de ética del Colegio de Periodistas). Es, explícitamente, uno de los aspectos que tuvo en cuenta el jurado del Premio Nacional de Periodismo en 2015.

Aquí tuve “la espléndida fortuna”, como dice el clásico himno del Instituto Nacional, de iniciarme en el periodismo de este siglo cuando todavía era una promesa de futuro.

De vez en cuando, en casa, miro mi Underwood, una vieja máquina de escribir que me regaló mi hija, y me pregunto si algún estudiante sabrá para qué sirve. No es un reproche, los entiendo. Yo mismo habría sido incapaz de usar la pluma como los escritores y periodistas de antaño.

Nuestra Escuela, la tercera en Santiago, se interesó en la revolución comunicacional y en sus efectos en el periodismo desde el comienzo. Debo destacar el aporte de numerosos profesores y especialistas de Estados Unidos y Europa que, invitados por la directora Castellón, nos colocaron a la vanguardia de lo que estaba sucediendo y de lo que venía.

Esta tarea no ha terminado.

Hoy día está claro que el gran desafío del periodismo y la comunicación lo representa el profundo cambio tecnológico y su creación cumbre: la Inteligencia Artificial.

Se trata, evidentemente, de algo que los millenials, los jóvenes nacidos en este siglo, pueden enfrentar con ventaja. Y me alegro por ello. Pero también siento la obligación de decirles que los mayores, incluso los octogenarios como yo, también tenemos un valioso aporte: el periodismo debe hacerse siempre con pasión, con clara conciencia de que es un servicio permanente. Que es indispensable para que los ciudadanos estén informados y ejerzan plenamente sus derechos en democracia. Y, como nos dice una larga escuela informativa, el periodista debe buscar siempre, de manera deliberada, la verdad.

Esta búsqueda no es un simple intercambio de opiniones divergentes. Como dijo un profesor español: no es suficiente contraponer al que dice que el sol sale por el este con el que afirma que nace por el oeste. Así no se garantiza la objetividad ni, menos, la verdad.

Estos principios: pasión, sacrificio y búsqueda de la verdad siguen siendo parte esencial del periodismo, incluso del “nuevo periodismo” del siglo XXI, el de los tiempos de redes sociales.

Este periodismo, como el de siempre, exige sobre todo una sólida base ética. Como todos nosotros, las primeras lecciones de ética las recibí en mi familia. Esas convicciones de respeto al otro, a los otros, se fortalecieron en mis años de estudiante. Pero en definitiva fue mientras estudiaba periodismo y, sobre todo en mis años aquí, en la Universidad Diego Portales, que entendí cómo se aplican esos principios al ejercicio del periodismo. En la lucha diaria, que siempre es una carrera contra el tiempo, no se puede caer en descuidos, omisiones ni errores de criterio. Y -ojo, lo digo como miembro de número de la academia chilena de la lengua- considero indispensable el buen uso del idioma.

La información, la interpretación y la opinión requieren claridad y precisión. El periodista, ya sea por escrito o en medios audiovisuales, debe evitar las muletillas, las vacilaciones incómodas, el uso de extranjerismos innecesarios. Debe “traducir” al lenguaje corriente, no vulgar ni grosero, lo que dicen los especialistas. Esa es su tarea primordial y debe hacerla –me repito- con pasión y entusiasmo.

Podría hablar mucho más de mi experiencia. De los muchos buenos momentos de mi vida y de los malos, que fueron pocos. De los colegas que han sido mis amigos aunque estuviéramos en trincheras opuestas. De mis estudiantes, de los cuales me siento muy orgulloso. De mi familia, como lo he dicho más de una vez porque lo creo sinceramente, sin la cual no sería lo que soy ni tendría las distinciones que tengo, como esta.

Un periodista es un personaje atípico, muy individualista, pero que sabe, siempre, que es parte de un equipo. Así ha sido mi experiencia en el periodismo y en su enseñanza.

Muchas gracias.

 

Abraham Santibáñez

Santiago, 21 de diciembre de 2023